miércoles, 27 de junio de 2007

Un encuentro con la libertad

No es fácil concluir un proyecto como este sabiendo exactamente que decir, ya que supongo, deberé aquí manifestar lo que realmente creo, lo que realmente siento.
Recuerdo la conclusión del Informe del año 2000 de Bibliotecas Especiales que escribimos con tanta precariedad y algo de desilusión.
En aquel citábamos a Walt Lessun cuando decía que ser bibliotecólogo de cárcel no es un trabajo fácil mas sí muy excitante, nunca aburrido, lleno de desafíos y realmente así lo parece luego de relatar estas tan pocas pero muy representativas experiencias, y la pregunta vuelve ¿será posible crear bibliotecas en nuestras cárceles y trabajar en ellas?.
Sí, se puede.
Es que solo se necesitan dos cosas, y a cual de ellas más importantes y ambas excluyentes entre sí, haber terminado la carrera y tener esas cualidades que tanto citan tantos autores.
Sin humildades, no todos pueden con este trabajo.
Yo no se trabajar con niños, yo no se trabajar con científicos, yo no se trabajar con artistas.
Descubrí que se trabajar con presos.
¿Me hace mejor?, no, solo me recuerda, solo te recuerda que todos estamos llamados a trabajar en distintas bibliotecas a cual de ellas más importante, a cual de ella más especial, porque te necesitan y nuestra profesión, más que técnica, es social.
Mi primera impresión hace cuatro años fue que era imposible. Hoy veo que es totalmente posible la única limitación es el dinero.
Aún no existe la figura del bibliotecólogo de cárcel contratado para ejercer su profesión allí.
He aprendido que nada será posible si no comenzamos a hacerlo imprescindible, y que nada se hará real si no lo haces tu mismo.
Lo usual es ser contratados e institucionalizados, lo práctico es ponerse en movimiento.
¿En cuantos lugares necesitan bibliotecólogos y no lo saben?
¿Cuánto campo hay para explorar?.
Hay un olor y una sensación al entrar a la cárcel, hay una impresión al ver a una persona detrás de las rejas con sus manos apretadas a los barrotes como queriendo romperlos.
Hay un dolor al ver a otra mujer caminar con los pies engrilletados y las manos esposadas, tus ojos, si se encuentran con los de ella, probablemente encuentren parte de tí aprisionado y queriendo decir muchas, tantas cosas.
La biblioteca queda al final del patio, para acceder a ella atraviesas algunas puertas y en su recorrido te persigue una parte de la vida de la cárcel, pero sobre todo te permite ver quien está sancionada.
Las llaves de la biblioteca están en la guardia 2 y siempre hay que esperar que te las den y mientras esperás podés mirar el número de presas que hay en la cartelera, sus fotografías y saber en que sector está cada una, así como enterarte quien está en el Vilardebó y cual de ellas sancionada.
En esa espera también ves quienes entran o salen de sus transitoria, de llevar a los niños a la escuela, o como revisan a las que regresan en un cuarto anexo a la guardia que a veces por algún descuido tiene la puerta abierta, trato nunca de mirar allí ya que la revisión incluye sacar la ropa y eso siempre me ha resultado muy violento, suficiente humillación es dejarse ver detrás de las rejas o con las esposas, o recibiendo un pedazo de pan y una taza de leche siempre a la misma hora, mientras tu te vas tan campante al seno de tu familia a compartir el alimento y las historias de la jornada laboral.
Pero lo peor, lo más incómodo, es pasar por el sector de castigo y ver a las compañeras de las que allí están, haciendo el aguante, acompañando, cebando algún mate compañero y solidario. A veces sus conversaciones te provocan incomodidad, si querés saber algo de la cárcel, ese es el lugar indicado para enterarte, quien entró, quien salió, que ingreso hubo en el Comcar, La Tablada o Libertad, quien es “compañera” de quien, quien tendrá visita conyugal y con quien, si habrá motines en algún lugar, si entró droga, si alguna se cortó.
Fui testigo de tres libertades de las cuales dos eran usuarias mías, de una quiero hablar, porque era distinta.
G. es una mujer interesante, inteligente y hasta atractiva, su manera de hablar indicaba haber pasado por la Universidad y así era, ella era profesional universitaria y su delito tenía relación con su profesión.
Luego de cumplir con sus años le llegó la tan ansiada libertad pero por alguna razón se venía demorando más de lo habitual, y esto hizo que en un momento de debilidad se cortara, por este hecho fue trasladada al Vilardebó, cosa que me entristeció mucho así que decidí ir a visitarla.
Era otra cárcel, ¿cual era la diferencia?, cuando llegué al sector donde internaban a las presas eso fue una fiesta, vinieron a mi en un abrazo efusivo ¡bibliotecaria que hacés acá!, fue divertido ser protagonista de aquello, pero más lindo fue cuando me dijeron ¿trajiste libros?.
No había llevado libros, había ido de visita, así que tomé pedidos y prometí volver tres días mas tarde.
Regresé libros en mano y algún bombón, una de ellas siempre esperaba que le llevara alguno y sucedió, estaba la orden firmada para que G. se fuera, estaba su hija, su compañero, su abogado, sus amigos todo abrazos, todo alegría, tan contagioso, tan raro.
Una libertad es algo imposible de describir, hablás mucho, llorás, abrazás, la alegría es tanta, G. me abrazó muchas veces, y a todos les decía: _ Ella es la bibliotecaria, contáles, contáles como es allá.
Estaban las funcionarias de Cabildo con la camioneta pronta par a llevarla a recoger sus cosas, firmar y despedirse de las compañeras, ellas también estaban emocionadas.
¿Alguien se acuerda que fui a llevar un libro?
Liana, Liana, ¿te puedo devolver el libro dentro de un mes?, porque ahora tenés que entender, por unos días me voy a dedicar a mi familia.
Sí, ella se acordó que fui a llevar un libro, y lo guardó, y dijo que lo leería. No lo sé, ya pasó un mes y no tengo novedades de ella, tampoco del libro y creo que no me importa, a fin de cuentas los libros también necesitan un poco de libertad.

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