martes, 2 de octubre de 2007

Las Caperuzas cómplices a la cárcel

La biblioteca no solo es un lugar donde recibir y dar libros, también es un lugar donde se realizan actividades que, aunque no parezcan, están íntimamente relacionadas a la lectura.
Y una de esas actividades tuvo lugar en el Pabellón Femenino de Canelones este sábado pasado en donde Débora Núñez y Rosa Paseggi regalaron unas horas de su vida a una veintena de mujeres que cumplen pena de reclusión en Canelones.
Aquí va lo que ellas vivieron y sientieron aquella tarde maravillosa de sol sin libertad.


INFORME DE VISITA A LA CARCEL DE MUJERES DE CANELONES
Somos licenciadas en bibliotecología, pero además somos cuenteras, cuentacuentos, narradoras orales, juglares o como les guste llamar a quienes cultivamos un oficio tan antiguo como la humanidad misma.
Es que desde que el hombre está en el mundo, ha contado, porque contar es una manera de perdurar y sobretodo de amar.
Las Caperucitas Cómplices, así lo entendemos, por eso, cuando Liana González nos invitó a compartir nuestros cuentos en la cárcel de Canelones, no tuvimos dudas, teníamos que estar, estar y contar.
Nos encontramos en la terminal de ómnibus con Liana y allá llegamos, en tiempo y forma.
El Sol nos acompañó, los nervios también. Un cuentero me dijo hace un tiempo: “el día que no te de nervios, no cuentes más”, los nervios hacen a la cosa. Apenas atravesamos la puerta, recibidas por las Señoras Policías, vimos que era otro mundo al que entrábamos. Dejamos aquellos elementos que consideraron no podían pasar: llaves, celulares.
Nos abrió una reja y luego, la volvió a cerrar: Liana, Débora y Rosa ya estaban adentro.
Algunas mujeres estaban en el pequeño patio que comparten, otras “adentro”, algunas dormían, una amamantaba su bebé.
Liana ya era conocida, sabía con quién hablar. Le dijeron “hubo requisa”. Una palabra con demasiado contenido, no agrego más. Había que remontar, poner buena cara y ver qué lograba el cuento. Acercaron bancos, despertaron las bellas durmientes, aparecieron en el patio con sonrisa incluida.
Liana nos presentó, con mucha soltura, es difícil explicar lo que hacemos, a ella le resultó sencillito.
Débora arrancó con su Príncipe Azul. Fue muy bien recibido, con risas y aplausos.
Se siguió contando por un poco más de media hora. Se fueron agregando oyentes y algunas que se empecinaban en ignorarnos, terminaron riendo y aplaudiendo.
Saludamos, nos despedimos. Nos pidieron que nos tomáramos una cerveza a su salud.
Regresamos en un bus. Íbamos calladas, pensando, sintiendo. Creo que Liana supo entender, es una mujer muy sabia.
Agradecemos sinceramente a Liana que nos haya permitido compartir este espacio. Seguras de que volveremos, ellas nos invitaron.
Confirmamos que los cuentos valen, que contar con otros es lo importante.
Hoy sabemos que libertad, es mucho más que una palabra y que su contenido es infinitamente inmenso.
Brindamos con todos, con una cerveza bien, bien fría, espumosa y el corazón caliente y al galope.
Hasta siempre, cuenten con nosotros, que nosotros contamos con Uds.

Las Caperuzas Cómplices

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